Capítulo 7

Unos días después, se celebraba la reunión familiar de la familia Cárdenas. Emily no quería ir, pero pensando en lo mucho que hacía que no veía a Simón, decidió ponerse un bello traje de gala y asistir. Estaba a punto de marcharse, y de cualquier modo, quería despedirse una vez más de su abuelo. Apenas llegó a la casa de los Cárdenas, vio a Cristian muy elegante entrar tomado de la mano de Susana, bajo la mirada de todos. En la reunión familiar de los Cárdenas, él llevaba a su amante; esto era una humillación evidente hacia ella. Sin embargo, Emily ya no sentía dolor en el corazón. Esto ya no le importaba. Ignoró los susurros a su alrededor y fue directo al dormitorio de Simón. —Abuelo Simón, Cristian y yo... nos hemos divorciado. En cuanto entró, lo dijo sin reparos, informándole a Simón que iba a marcharse. Al oír esto, Simón se incorporó de golpe y le tomó la mano a Emily nervioso.—Emily, ¿estás enojada con Cristian? Escúchame, él te quiere. Lo de esa amante debe de ser un malentendido. —Abuelo Simón. —Emily sonrió con amargura—. No me diga más. Ya lo he pensado muy bien. Solo por las cosas que me ha hecho últimamente, no importa qué piense de Susana, entre él y yo, ya no hay ninguna posibilidad. Al percibir el dolor y la determinación en su voz, Simón suspiró con tristeza. —Está bien, él fue quien cometió el error. Emily, recuerda, aunque ya no seas mi nieta política, siempre serás mi niña más querida. Mientras yo esté aquí, esa amante no podrá casarse con Cristian. Emily sintió de pronto ganas de llorar. En su vida pasada, Simón también la había protegido de esa manera. —Abuelo Simón, descanse. —dijo levantándose—. Voy a traerle un vaso de leche caliente. Emily salió a paso largo a servirle un vaso de leche y, al regresar, justo cuando iba a llamar a la puerta, escuchó un golpe ensordecedor desde afuera. —¡Eres una mala persona! —La voz de Susana salió por la puerta entreabierta—. ¿Cómo te atreves a impedir que me case con Cristian? ¡Te voy a matar! La sangre de Emily se heló al instante. Abrió la puerta de golpe y vio a Susana presionando con fuerza una almohada contra la cara de Simón. Las manos envejecidas de Simón arañaban débilmente las sábanas, casi ya sin fuerzas. —¿Qué estás haciendo! —Emily se lanzó enfurecida y apartó a Susana de un empujón. La almohada cayó al suelo, el rostro de Simón se había puesto morado, ya estaba inconsciente. —¡Auxilio! ¡Llamen a una ambulancia, rápido! El grito de Emily atrajo a todos. Cristian fue el primero en entrar corriendo; al ver la escena, su expresión cambió de repente: —¡Abuelo Simón! Lo levantó en brazos asustado y salió corriendo con él. Al pasar junto a Emily, su mirada era tan fría como el hielo. La luz en el pasillo del hospital era agobiante. La lámpara de la sala de operaciones permaneció encendida durante toda la noche. Emily estaba sentada ansiosa en el banco, las manos le temblaban sin poder controlarlo. Susana se acurrucaba en los brazos de Cristian, sollozando en voz baja, y de vez en cuando le lanzaba algunas miradas llenas de odio. Al amanecer, por fin salió el médico: —Jefe Cristian, el señor Simón sufrió asfixia durante un periodo largo de tiempo, lo más probable es que... quede en estado vegetativo. Cristian golpeó la pared con el puño, y los nudillos comenzaron a sangrar de forma profusa. En la habitación VIP, Cristian las miraba a ambas con estupor en la mirada: —¿Qué ha pasado con exactitud? —¡Ha sido ella! —Susana señaló temblorosa a Emily y gritó—. ¡Ella intentó matarlo! Cuando entré, estaba presionando la almohada contra la cara del abuelo Simón. Emily la miró incrédula: —¿Puedes repetirlo? —¡Por más que lo repita, fue así! —Susana lloraba con cierta amargura—. Cristian, tengo tanto miedo... por poco también me mata a mí... La mirada de Cristian se tornó cada vez más sombría, hasta convertirse finalmente en una daga de hielo que atravesó el corazón de Emily. —Emily, el abuelo Simón siempre te ha tratado bien, ¿cómo pudiste hacerle ese daño?