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Capítulo 1

—¡Fidel! En unos días te casarás con Bianca... ¿Y qué va a pasar pues conmigo? —Tranquila, ya lo tengo todo planeado. Contraté una boda especial, es muy costosa, seguro le va a encantar. Cuando llegue el momento, solo debes ponerte el velo en lugar de Bianca y entrar como novia en la familia Cordero. Una vez consumado el acto, es irreversible, aunque mi papá la prefiera como esposa para mí, no podrá defenderla a costa de la dignidad de la familia Cordero. En la pantalla del celular, una pareja con la ropa desordenada se abrazaba apasionadamente, intercambiando palabras entre jadeos y suspiros que sonrojaban a cualquiera. —¡Semejante par de descarados! Sandra Hernández, su mejor amiga, estaba a su lado rechinó los dientes con rabia: —Bibi, yo voy contigo ahora mismo al hotel para dejar sin ningún chiro de ropa a esos dos desgraciados y mandarlos a la calle como su madre los trajo al mundo. Mientras decía esto, Sandra abrió la puerta del auto para bajar, pero Bianca la sujetó con firmeza. —Sandy, iré yo sola. La voz de Bianca era indiferente. Jamás habría imaginado que el joven por quien había estado dispuesta a arriesgar la vida en el pasado, ahora conspiraba junto a su media hermana para traicionarla. —Sandy, cuando yo entre, trae a los periodistas aquí. ¡Ella misma actuaría para destruir los sueños de ese par de desgraciados! Al ver la determinación en los ojos de Bianca, Sandra dejó de insistir y, golpeándose el pecho con seguridad, prometió: —¡Bibi, yo me encargo! ¡Confía en mí! —¡Bien! Bianca abrió la puerta del auto y descendió. Su vestido rojo, llamativo y audaz, destacaba aún más por la decena de guardaespaldas vestidos de negro que caminaban detrás de ella, imponiendo respeto. ¡Bang! Un guardaespaldas derribó violentamente la puerta de la habitación. Dentro todo era un caos, prendas desordenadas tiradas por todas partes, pétalos de rosa esparcidos por el suelo y en el aire un persistente aroma de reciente pasión. En la cama, Fidel estaba casi que totalmente desnudos, tratando torpemente de cubrir con la sábana a la mujer que lo acompañaba, mientras el pánico invadía su rostro. —Bianca, ¿qué haces aquí? Bianca sonrió con frialdad, aunque sus ojos mostraban un ligero destello de dolor. A pesar de estar mentalmente preparada, verlo con sus propios ojos seguía lastimándole profundamente. Dirigió entonces la mirada hacia la mujer escondida tras Fidel y, con los labios curvados en una sonrisa helada y sarcástica, pronunció: —En vísperas de mi boda, mi querida hermanita se subió a la cama de mi prometido. ¿Cómo podría perderme semejante espectáculo? Al notar que Bianca la había reconocido, Vanessa Reyes dejó de esconderse y asomó lentamente la mitad de la cara desde detrás del hombro de Fidel. Su palidez aún mostraba un leve rubor por el reciente encuentro, pero en sus ojos brillaba una expresión acuosa llena de victimismo. —Bianca, ¡Fidel y yo realmente nos amamos! ¡Déjanos ser felices! —¿Se aman? —Bianca sintió náuseas al escuchar esas palabras. Había estado con Fidel durante siete años, y siempre había sido amable, atento y cariñoso. ¿Por qué justo antes de la boda aparecía Vanessa como el supuesto "amor verdadero"? —¡Vanessa! Desde pequeña siempre quitarme lo mío: juguetes, ropa, joyas... Podía pasar todo eso por alto, ¡pero jamás imaginé que también intentarías quitarme a mi hombre! —¡Nunca había conocido alguien tan descarada como tú! Al escuchar cómo insultaban a su amante, Fidel perdió el control, furioso y avergonzado: —¡Bianca, no exageres! ¡Eres tú la aburrida! Llevamos siete años juntos y jamás permitiste que intimáramos... —¿Entonces por eso te acostaste con Vanessa y ya no podías esperar más para reemplazarme? —Bianca interrumpió con dureza. Sus ojos irradiaban decepción. El hombre aparentemente perfecto que había amado, ¡resultó ser superficial y dominado por sus deseos! Sólo podía pensar qué pésimo gusto había tenido al enamorarse de él! Al verse completamente expuesta, Vanessa dejó de fingir y, con un tono provocador y una voz mimada, añadió: —Bianca, deja ya de acosar a Fidel. Desde niña creciste sin mamá, siempre fuiste rígida y aburrida, y papá nunca te quiso. ¡Solo yo, la segunda señorita de la familia Reyes, criada con toda la atención y cuidados, merezco ser su esposa! La madre de Vanessa era la madrastra de Bianca, y desde pequeña Bianca había vivido dependiendo de los demás. Para su padre, únicamente existían Vanessa y su madre; nunca hubo espacio para ella. Aunque públicamente se la conocía como la hija consentida de la familia Reyes, su situación no era diferente a la de una huérfana. De hecho, a veces su posición era incluso inferior a la de una empleada doméstica. Por eso Vanessa se atrevía a seducir descaradamente a su prometido y provocarla con semejante arrogancia. Si no fuera porque don Marcelo simpatizaba con ella debido a esta boda, probablemente ese par de desgraciados no lo estarían tramando en secreto, sino intentando abiertamente expulsarla. —¿En serio? Entonces, ¿por qué no repites lo que dijiste frente a las cámaras? Bianca sonrió ligeramente, pero sus ojos no mostraron alegría alguna. Tan pronto como terminó de hablar, un grupo de periodistas irrumpió en la habitación, haciendo destellar frenéticamente sus cámaras, capturando todo sin dejar espacio para esconderse. —Ustedes... Fidel entró en pánico. ¿Quién en su sano juicio llevaría periodistas para exponer públicamente una infidelidad? ¿Quién desearía anunciar al mundo que había sido traicionada? Fidel protegió con fuerza a Vanessa y gritó furioso hacia Bianca: —¡¿Acaso tenías que llegar tan lejos?! —¿Llegar lejos? ¿Quién traicionó primero nuestra relación? ¿Quién se acostó con Vanessa justo antes de mi boda? ¿No fueron ustedes quienes pasaron el límite primero? Frente a las cámaras, los ojos de Bianca se humedecieron, interpretando perfectamente el papel de una mujer cuyo corazón había sido destrozado por un hombre cruel. —¡Fidel, fui una ciega al enamorarme de un desgraciado como tú! ¡Esta boda se cancela y nuestro compromiso queda terminado! Tras decir esto, se dio media vuelta y se marchó decididamente sin mirar atrás. —¡Bianca...! Fidel intentó levantarse para explicarse, pero la sábana se deslizó hasta su pecho, casi dejando expuesto ante los periodistas su desnudo junto a Vanessa. Aun así, las cámaras estuvieron peligrosamente cerca. Aquella unión en matrimonio entre las familias Reyes y Cordero era conocida por todos, y las invitaciones ya habían sido enviadas. ¿Cómo podría cancelarse así sin más? ¡Aquello era una humillación intolerable para la familia Cordero! El vestíbulo del hotel resplandecía con luces, lleno de gente y movimiento, pero Bianca sentía frío y temor al caminar por allí. Por más tranquila que aparentara estar externamente, no podía detener el dolor profundo que invadía su corazón. ¡Siete años de entrega absoluta convertidos finalmente en una cruel burla! En ese instante, una figura alta y elegante pasó junto a ella. Un sutil aroma a perfume masculino llegó a su nariz, acompañado de una ligera fragancia a tabaco, fresco y austero; inexplicablemente, le resultó familiar. Bianca alzó rápidamente la cabeza, pero solo alcanzó a distinguir aquella apuesta cara del galánazo que tenía al frente. En ese mismo instante, un recuerdo de hacía diez años cruzó fugazmente por su mente. Bajo una lluvia torrencial, caía el agua, gritando desesperadamente por ayuda mientras se hundía con lentitud. Justo cuando estuvo a punto de perder la conciencia, un brazo fuerte la rescató. Recordaba vagamente que aquel hombre llevaba puesta una camisa negra completamente empapada; la lluvia escurría por su cabello y cara, borrando sus facciones. Siempre había pensado que aquel salvador había sido Fidel. Por eso, al reencontrarlo en la universidad, se había enamorado profundamente. Pero entonces, ¿por qué ahora este hombre le resultaba tan familiar? ¿Sería acaso posible...? Sin pensarlo más, Bianca corrió tras él, decididamente. —¡Espera!
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