Capítulo 4
Bajo las miradas cargadas de sospecha y especulación de los presentes, ambos salieron uno detrás del otro.
Mientras caminaba, Bianca observaba detenidamente su espalda, comparándola una y otra vez con la de la foto.
Luego, no pudo evitar reírse de sí misma. ¿Juzgar a una persona solo por la espalda? Eso era, sin duda, demasiado precipitado.
Un Mercedes-Benz negro estaba estacionado al borde de la calle. Ninguno de los dos dijo una palabra, hasta que Jacobo abrió la puerta del auto y se detuvo. Fue entonces cuando Bianca volvió en sí.
—La señorita Bianca realmente sorprende, has cambiado mi manera de verte.
Al encontrarse con la mirada de Jacobo, Bianca tosió un par de veces con discreción.
—¿Por qué dice eso, jefe Jacobo?
Lamentablemente, Jacobo no prosiguió con la conversación: —Si la señorita Bianca siente que ha salido perdiendo, puede venir a buscarme cuando quiera. La compensaré hasta que esté satisfecha.
Bianca lo miró con una expresión extraña. Las palabras de ese hombre le resultaban incómodas.
Muy parecido al tono sarcástico de Ariel...
Apenas arrancó el auto, Bianca volvió a hablar: —No hace falta compensación, pero debo decir que la voz del jefe Jacobo realmente me alegra el corazón.
Después de hablar, Bianca lo miró fijamente, pero la expresión de Jacobo no cambió ni un ápice.
—¿Este es el método habitual de la señorita Bianca para seducir a los hombres?
Antes de que Bianca pudiera reaccionar, el auto ya había salido disparado.
Al ver que Jacobo se había ido, los miembros de la familia Reyes por fin se atrevieron a acercarse lentamente.
—Vanessa, no te preocupes. Cuando regrese, hablaré con el tío Jacobo.
Fidel sabía que Vanessa era tímida, por lo que trató de tranquilizarla lo mejor que podía.
—Mientras tú estés bien, Fidel, Vanessa no necesita nada más.
Los dos comenzaron a representar una escena romántica justo frente a ella. Bianca, harta, se dio la vuelta y comenzó a caminar de regreso.
—¡Detente!
Humberto la miró con disgusto.
—Ya cedí y les permití casarse. ¿Qué más quieres?
—¿Desde cuándo conoces a Jacobo?
Al escuchar esto, Bianca soltó una leve risa. Sabía que no se había equivocado.
Alguien que siempre ponía sus propios intereses por encima de todo, ¿cómo podría preocuparse por ella?
—No lo conozco.
Dicho esto, Bianca se dispuso a abandonar ese lugar que tanto la irritaba.
Inesperadamente, Vanessa cambió de actitud y se acercó a ella.
—¿Qué pasa? Aunque hayas estado siete años con Fidel, al final fui yo quien te reemplazó.
Fidel ya se había ido. Si no, Vanessa jamás habría mostrado su verdadera cara.
—¡Pues qué dicha, una ocasión para que todo el mundo celebre!
Bianca sonrió mientras decía esto y le propinó una fuerte bofetada. Al hacerlo, sacudió su mano entumecida por el dolor.
Vanessa se puso roja como una manzana.
—¡Bianca!
Martina, al reaccionar, se apresuró a interponerse entre ambas y empujó a Bianca con fuerza.
—¡Ella es tu hermana! En unos días se casa. ¿Qué harás si le dañas la cara?
Bianca sacó una toallita húmeda y limpió sus dedos con cuidado, soltando una carcajada helada: —¿Y qué si se le daña la cara? ¿Acaso no es una boda? ¿No se cubren la cara?
—Una goma de mascar ya mascada... Si tú la recoges y la vuelves a masticar feliz, está bien. ¡Pero presumirlo frente a su dueño original! Eso sí que es repugnante.
Cada vez que estaba en ese lugar, Bianca sentía que se ahogaba, y no podía evitar querer huir.
Humberto rápidamente se interpuso en su camino. Su cara arrugada parecía más autoritaria que cuando era niña.
Pero Bianca ya no era la misma de antes. Retrocedió unos pasos, aumentando la distancia entre ambos.
—Solo fue una cachetadita para desahogarme. No pienso arruinar su boda. Pero si ustedes realmente quieren que haga algo... No me molestaría actuar.
Bianca luchó por contener la sonrisa en sus labios, y Humberto no tuvo más opción que apretar los puños y dejarla ir.
—¡Querido! ¿Cómo puedes dejarla ir así nomás?
Protestó Martina, evidentemente molesta.
—¿Y para qué la prisa? Tiempo para darle una lección a esa chica hay de sobra, lo importante ahora es asegurarnos de que Vanessa y Fidel se casen sin problemas.
Martina, aunque no estaba del todo conforme, sabía que había que priorizar.
De regreso en su casa, Bianca seguía sintiéndose indignada.
Abrió su celular y habló con Ariel un buen rato, hasta que su malestar se alivió un poco.
Siete años de relación no se pueden olvidar de un momento a otro, pero ahora, cada vez que Bianca pensaba en la cara de Fidel, solo sentía asco.
Sacó de su bolso una tarjeta SIM, marcó con naturalidad el número de Fidel.
Le envió directamente un video con un mensaje: —Cien mil dólares. Antes de esta tarde.
Fidel, que acababa de regresar a la casa de los Cordero, había sido severamente reprendido y estaba arrodillado en la sala.
Abrió el celular y reprodujo el video. Su expresión se transformó como si un rayo lo hubiera alcanzado en un día despejado.
—¿Quién eres?
—¿Y cómo fue que conseguiste este video?
—Será mejor que lo borres, o la familia Cordero no te lo perdonará.
Mensajes como esos llegaron uno tras otro. Bianca no los leyó. Solo el sonido de una transferencia bancaria podía llamar su atención.
A las 23:59, en el último segundo, Bianca finalmente recibió el dinero.
Pensó en qué comer al día siguiente y le escribió a Sandra.
—¿Quieres ir a comer estofado mañana? Yo invito.
Después de enviar el mensaje, Bianca se arrepintió un poco. Debería haber pedido más.
—¡Claro! De paso me cuentas qué pasó con esos dos desgraciados.
El restaurante de estofados estaba lleno de gente. Iban y venían clientes por todas partes.
El caldo rojo burbujeaba, repleto de chiles flotando. Cualquiera que no soportara el picante tendría que tomar aire con solo oler el ambiente.
—¡Yo si lo sabía!
Sandra miró la olla picante. Aunque le preocupaba que Bianca lo comiera, no la detuvo.
Solo pidió varias tazas de agua.
—¿Qué haces? ¡Ese camarero ya me mira como si no pudiera comer picante!
Bianca, con su carácter competitivo, murmuró molesta unas palabras, aunque su cara irradiaba felicidad.
—¿Y tú crees que eso está bien? ¿Piensas quedarte sin garganta por culpa del picante?
Ambas pronto entraron en discusión. Sandra dio un fuerte golpe en la mesa. no sabía si por el picante o por enojo
—¡No puede ser! ¿Piensas dejarlos ir así de fácil?
Antes de que Bianca pudiera responder, Sandra continuó: —No, no... Conociéndote, ¡eso es imposible!
—No en vano eres Sandy. Eres quien mejor me conoce.
Luego, Bianca le contó su plan, mientras Sandra asentía constantemente.
—Como tu mejor amiga, hay cosas en las que no necesitas decirme para que actúe.
Sandra era alguien que detestaba las injusticias. Las noticias sobre Vanessa y Fidel apareciendo juntos estaban por todas las redes.
A Bianca no le importaban esas cosas, pero eso no significaba que Sandra pensara igual.
—Ten cuidado, no vaya a ser que esas dos ratas te muerdan.
—Tranquila. Sé lo que hago.
Al día siguiente.
Fidel quiso aprovechar la conferencia de lanzamiento de joyería de su empresa para usar la presión pública y explicar lo del cambio de novia en la boda.
Pero antes de que pudiera empezar a hablar, dos perros aparecieron de la nada en el lugar.
Se lanzaron directamente contra ellos, y entonces, terminaron con sus trajes de gala completamente destrozados.