Capítulo 20
Cuando el auto llegó a la Casa López, María seguía extrañada de que nadie viniera a abrirle la puerta.
Tuvo que dejar su bolso para abrir la puerta por sí misma y bajar del auto.
De repente, una fuerza la arrastró por completo.
Le cubrieron los ojos con una gruesa venda negra.
Un miedo atroz la invadió de inmediato.
María gritó instintivamente: —¿Quiénes son? ¡Suéltenme!
—¡Soy la esposa de Víctor, si se atreven a tocarme, lo pagarán caro!
Su voz era aguda y desesperada.
Uno de los hombres que la sujetaba no pudo evitar darle una patada en la pierna, y le gruñó con fiereza:
—¡Cállate! Si quieres seguir viva, más te vale quedarte quieta.
Al escuchar esto, María dejó de gritar, incapaz de emitir ni un solo sonido más.
No sabía cuánto tiempo había pasado.
Solo percibió que la llevaron a un lugar herméticamente cerrado, donde el aire era casi irrespirable.
Entonces, Víctor se acercó y le arrancó la venda de los ojos.
María retrocedió instintivamente.
—¿Por qué tienes tanto miedo de mí? ¿O a

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