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Capítulo 1

—Señora Andrea, circulan rumores de que usted y el señor Salvador están atravesando una crisis matrimonial. El día de su cumpleaños, el señor Salvador fue fotografiado en un encuentro nocturno con la actriz del momento, Julia Ruiz. ¿Qué tiene que decir usted al respecto, señora Andrea? La sonrisa de Andrea se congeló no sabía ella como responder. Las preguntas de aquellos reporteros eran cizañozas. Instintivamente levantó la vista hacia el hombre a su lado. A su esposo, Salvador, se le veía visiblemente molesto. —Señora Andrea, usted y el señor Salvador llevan siete años de casados, pero se dice que hace tres años él sufrió un accidente y a causa de esto perdió la memoria y termino viviendo durante dos años en compañía de una humilde pescadora, casi convirtiéndose en su yerno. ¿Es cierto esto que se rumorea? —Señor Salvador, ¿podemos hacerle a usted unas preguntas? ¿Cuál es su relación con la actriz Julia? ¿Es una amiga o algo más? Salvador se dio la vuelta iracundo y se marchó de inmediato. Una multitud de reporteros lo siguió de cerca. En medio de tanto bochinche, Andrea tropezó al no poder seguirle el paso y terminó torciéndose el tobillo. Puso su mano instintivamente hacia el frente: —Salvador... Pero no alcanzó nada. Estaba desconcertada y su mano se cerró en puño mirando la silueta de su esposo alejándose. En ese momento, Salvador pareció darse cuenta de que había dejado atrás a su esposa. Se dio vuelta con la intención de regresar y tomarla de la mano. El celular comenzó a sonar repentinamente con su ringtone bien pegajoso. Salvador se detuvo en seco. Andrea, empujada por la multitud, apenas podía mantenerse en pie. Se esforzaba por acercarse a su esposo, pero el dolor punzante en su tobillo le hacia ver estrellitas. —Salvador, yo... —Intentó decirle que no podía caminar, pero sus palabras se detuvieron de golpe. En cuanto Salvador contestó la llamada, su expresión cambió de forma drástica. Sin dudarlo, se giró y se alejó rápidamente. Parecía que algo urgente había sucedido. Andrea quedó rodeada por una masa de reporteros que no le permitían moverse. Abrió la boca, pero al ver cómo su esposo se alejaba cada vez más, un nudo le subió a la nariz. Le dolía profundamente. Aquella llamada seguramente provenía de esa mujer. Desde que Salvador había recuperado la memoria, cada vez que se trataba de ella, sin importar el momento ni el lugar, él optaba por dejarlo todo y priorizarla. Pero en ese instante, lo más importante era el prestigio de la familia Vargas. Como esposa de Salvador, Andrea no podía simplemente retirarse. De lo contrario, los titulares de mañana estarían vociferándolo a los cuatro vientos. Andrea volvió a esbozar una sonrisa elegante y serena, y se giró con calma para enfrentar a la multitud de reporteros y metiches. —La señorita Julia es una amiga muy cercana tanto de Salvador como mía. El día de mi cumpleaños no se sentía bien, así que fuimos a visitarla juntos. Andrea hablaba con voz suave, y aun frente a los incisivos reporteros, mantenía un tono tranquilo, sin que en sus cejas ni en su expresión se notara el menor rastro de incomodidad o apuro. Continuó sonriendo mientras decía: —En realidad, estuve presente durante toda la visita, solo que los medios no lograron captarme en ninguna imagen. —En cuanto a lo demás... debo que admitir que son meros rumores. Confío en mi esposo y creo firmemente que los rumores se detienen ante los sabios. No dijo más. —Señores ya contestadas sus preguntas, ¿puedo entonces retirarme ahora? Durante toda su intervención, su actitud fue mesurada. Habló en voz baja, sin reproches hacia los periodistas. Estos se quedaron perplejos. La señora Andrea no tenía una presencia imponente ni era agresiva, pero esa serenidad y dulzura lograron que, sin decir palabra, todos le abrieran paso. El sol poniente dibujaba un resplandor dorado en el horizonte. La brisa vespertina soplaba, agitando suavemente el borde de su vestido. Del otro lado del cielo, se acumulaban nubes negras presagio de una llovizna que se acercaba. Incluso el aire comenzaba a sentirse algo húmedo. Andrea bajó la mirada y presionó ligeramente los labios. Sus pestañas largas y espesas ocultaron esa pizca de tristeza. Cuando regresó a casa y apenas se quitó el abrigo, se topó con la empleada de servicio, la señorita Clara, quien sostenía una bandeja y tenía una expresión extraña. —¿Qué pasa, Clara? Clara parecía sorprendida de que Andrea hubiese vuelto en ese momento. Estaba nerviosa y confundida, como si quisiera decir algo pero no se atreviera. —¿Salvador ya regresó? —Preguntó ella, levantando la mirada hacia el piso de arriba. Clara asintió rápidamente, evitando su mirada: —El señor Salvador ya volvió, es que... señora Andrea, ¿por qué no sale a dar usted mejor un paseo? La voz de Clara se volvía cada vez más baja, hasta el punto de que uno tenía que acercarse para oírla con claridad. —¿Haya acaso alguna visita en casa? —Andrea era muy perspicaz. Al notar cómo Clara evitaba su mirada y seguía lanzando miradas furtivas al segundo piso, comprendió todo al instante. La actriz famosa de la que tanto hablaban los periodistas, Julia, no era la primera vez que venía. Entre las muchas habitaciones de huéspedes del segundo piso, una de ellas incluso estaba preparada permanentemente para ella. Parece que, tal como sospechaba, Salvador había salido apresuradamente por culpa de Julia. —¿Y por qué no me avisaron que había visitas? Subiré a ver. —Dijo Andrea con calma, y se dirigió directamente hacia las escaleras. —Señora Andrea... —Clara no sabía como detenerla. Estaban perdidos. Esa no era una visita cualquiera. El señor Salvador de verdad que no tenía remedio, ¿cómo podía haberla llevado a la habitación principal? Si la señora Andrea los encontraba allí, por mas excusas que diera no le podría explicar. Andrea subió las escaleras. La habitación de huéspedes estaba cerrada con llave, pero en cambio se escuchaban voces en el dormitorio principal de ella y Salvador. ¿Julia no estaba acaso en la habitación de huéspedes? ¿Qué hacía pues en la suya? Aunque Andrea ya se había preparado mentalmente, al abrir la puerta, su expresión aun así cambió. La famosa actriz de la que tanto hablaban los periodistas, Julia, en ese preciso momento, estaba acostada en la cama... vestida con su pijama. En la fotografía de bodas colgada en la pared, la sonrisa radiante de Andrea ahora se veía ridícula. —¡Vaya, Andrea ha vuelto! —Dijo Julia desde la cama, mirándola con una sonrisa, sin la más mínima intención de levantarse. Andrea apenas iba a abrir la boca cuando Salvador apareció a un lado, sosteniendo una taza. —¿Volviste? —Preguntó Salvador seriamente: —Julia se empapo con el aguacero que estaba cayendo afuera porque no trajo ninguna sombrilla. Como siempre ella es bastante frágil de salud y para que no le dé un resfriado no tuve más opción que traerla aquí. Él se dio la vuelta y caminó hacia Julia. Su tono, de inmediato, se volvió tierno y preocupado, aunque con un leve matiz de reproche: —Tómate la medicina de una vez, no sea que te resfríes. ¿Ya tienes edad y todavía tan descuidada? No quiero que vuelva a pasar. Julia sacó la lengua con picardía: —Ya lo sé, ¡eres tan fastidioso! Esa escena hizo que una ira contenida comenzara a hervir en el pecho de Andrea. Apretó los puños con fuerza y miró fijamente a Salvador antes de hablar: —Ella es una adulta, no una niña. ¿No sabe refugiarse cuando llueve? ¿Una persona adulta no sabe qué hacer si un día no lleva sombrilla? ¿O es que unos minutos bajo la lluvia bastaban para dejarla gravemente enferma? Pensar que hacía tan poco tiempo él la había dejado sola enfrentando a una multitud de periodistas por un asunto como ese le provocaba a Andrea un amargo resentimiento. La sonrisa en los labios de Julia se congeló. Su mirada mostró pánico y una injustificada aflicción. —Perdón... Andrea, de veras no fue mi intención. Si te molesta, me voy ahora mismo, enseguida... Mientras hablaba, Julia apartó con rapidez las sábanas e hizo el amago de levantarse para irse. Estaba desesperada, incluso tenía lágrimas acumuladas en las comisuras de los ojos, lo que la hacía verse tremendamente lastimosa. —¡Ya esto fue la gota que reboso el vaso! —Dijo Salvador con un tono cargado de impaciencia: —Andrea, siempre te he considerado como una persona bastante razonable. ¿Cómo pueden tus palabras ser entonces tan hirientes ahora? Su voz rezumaba reproche, y la manera en que la miró parecía contener una frialdad cortante. Andrea apretó las palmas, la rabia le quemaba por dentro. Apretó los dientes y dijo: —Ella lleva puesta mi ropa. ¿Acaso en esta casa no hay ropa nueva? ¿Por qué no le pediste a Clara que trajera otra? La familia Vargas era de por si bastante adinerada. En esa casa había una gran cantidad de habitaciones para invitados. Y considerando que Julia solía venir de "visita", Salvador le había preparado ropa de sobra, de temporada, siempre de lo más nuevo. Y sin embargo... sin embargo, se había quedado dormida justo en la habitación principal de la pareja. Apenas si Andrea había dicho unas cuantas frases, y ya la tachaban de cruel. —Deja de montarte en películas absurdas. Julia es apenas una muchacha. Yo a ella la veo como una hermana. —Dijo Salvador serio.
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