[Primero el dolor, luego la dicha: el arrepentimiento del hombre y su desesperada búsqueda de redención; el segundo protagonista triunfa.]De un amor mutuo, pasaron a no poder ni verse.Andrea López y Salvador Vargas estuvieron casados durante muchos años, pero al final su relación no pudo aguantar la llegada de otra persona.En incontables madrugadas, bastaba una sola llamada de aquella tipa para que Salvador dejara se fuese casi que ipso facto.Andrea no podía olvidar aquel amor juvenil, profundo y apasionado. Su corazón, sincero y ardiente, siempre creyó que, con suficiente esfuerzo, podría recuperarlo.Pero aquel amor era muy resistente; su persistencia solo le dejó amargas cicatrices y mucho dolor.Hasta que... finalmente perdió toda esperanza. Y por fin comprendió que el amor es tan frágil de romper como el reflejo la luna reflejada en el mar, como arena que se escurre entre los dedos así se va.Adolorida decidió marcharse. Pero desde entonces, su mundo se llenó de luz.Pero tras su partida, aquel canalla entró en pánico.Durante muchos años, con los ojos enrojecidos por el llanto, él le suplicó que regresara, solo para verla tomar la mano de otro junto a ella.—Salvador, a usted ya no lo quiero ver ni en pintura.