Capítulo 56
Julia acariciaba suavemente la espalda del hombre, apoyaba su rostro contra él y, con una voz suave y seductora, murmuraba: —No te enojes con Andrea, ella no te entiende. No vale la pena que te pongas así.
Salvador se giró y la abrazó, cubriéndola de besos en el cuello, descendiendo poco a poco...
Cuando todo terminó, Julia ya se había vuelto a dormir.
Pero Salvador no pudo conciliar el sueño en toda la noche.
No sabía por qué, pero en ese momento, de repente pensó en su esposa: Andrea.
Ya fuera durante el noviazgo o después del matrimonio, ella siempre había sido dulce y tranquila. Nunca discutía con él, y mucho menos le hacía escenas o mostraba mal genio.
¿En qué momento había comenzado a cambiar?
Salvador miraba el techo, sintiendo una creciente molestia en el pecho.
Amaneció. Hacía sol.
Andrea, que se había despertado de forma natural, estaba de buen ánimo. Después de lavarse y arreglarse, fue a preparar un desayuno sencillo.
Resultaba irónico: ella, que antes no hacía tareas domés

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