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Capítulo 8

Bianca iba conduciendo su auto con una mano en el volante, y la otra empuñada en su regazo. De repente, ella empezó: “Esa mujer”, dijo, “tu exsuegra, ¡es un paquetito de porquería, ¿no?”. Indudablemente, Darya no podía estar en desacuerdo. Bianca sacudió la cabeza con desaprobación. “Todavía no entiendo cómo te las arreglaste para vivir bajo el techo de esa bruja durante tres años. ¡Es mucho tiempo! Ninguna cantidad de sexo placentero con un semental como su hijo me habría inducido a soportar eso. Ni aunque fuera el hombre más sexi del mundo”. "Bueno, nadie es perfecto", respondió Darya encogiéndose de hombros. “¡Y por Dios! ¿Viste cómo estaba vestida?”. Bianca chasqueó la lengua. "¿Cree que envolverse en ropa de marca la convierte en una mujer de clase alta? Supongo que habrás oído el dicho: aunque la mona se vista de seda mona se queda. Creo que esa frase la inventaron cuando la vieron”. Daria sonrió divertida. Sabía que su amiga no era lo que llaman una mujer criticona, tampoco era una esnob, por lo que esa manera de despotricar en contra de Judy era la forma en que le estaba mostrando su apoyo. “Hablando de ropa...”, dijo Bianca disponiéndose a pasar al siguiente tema sin el menor esfuerzo. “¡Deberíamos ir de compras! Tienes que elegir algunos atuendos, entre ellos el que usarás en tu fiesta de bienvenida”. “De acuerdo”. Aunque, indudablemente, Darya hubiera preferido regresar a su habitación, para meterse de nuevo en su cama, cómoda y calientita, debido a que la noche anterior le había costado mucho trabajo conciliar el sueño y solo pudo dormir cinco horas. Sin embargo, estaba obligada a devolverle el favor a su mejor amiga, quien no puso objeciones para acompañarla a la residencia de los Cavanaugh. Así fue como las chicas se dirigieron a almorzar. Posteriormente, se les ocurrió ir a embellecerse y se metieron en una estética, para finalmente salir a emprender una juerga de compras de seis horas, que al terminar las dejó con tres docenas de bolsas en las manos. Darya había extrañado los días como ese. No las compras, sino la libertad. El simple placer de salir con una amiga era un lujo que no tuvo mientras era Darya Miller. Judy le había puesto toque de queda, así que debía llegar a casa antes de las nueve en punto, o no molestarse en regresar. Cuanto más pensaba en esos tres últimos años, más se daba cuenta de que tanto su familia como sus amigos tenían razón. Casarse con Micah fue un gran error. Avery estaba recostado en el sofá cuando ellas entraron en la sala. “Llegaste antes”. Darya se acercó a su hermano, para darle un beso en la mejilla. "Papá dijo que te irías a un viaje de negocios durante dos días. ¿No deberías estar haciendo transacciones comerciales exitosas, para que todos esos territorios que aún no son tuyos pasen a tu poder?". "Mi viaje terminó antes de lo pensado", respondió Avery dándole una palmadita afectuosa en el brazo. "¡Mira! ¡Traje regalos!". Luego sonrió viendo a alguien a espaldas de su hermana, por lo que ella volteó a ver qué era. Ahí encontró a su amiga que se había quedado inmóvil. "¡Hola, Bianca!". Él la saludó con un movimiento de cabeza y una enorme sonrisa. "H-hola", tartamudeó la chica. A Darya no se le escapó que ella, una jovencita por lo general confiada y explosiva, tenía las mejillas llenas de rubor. El color aumentó tanto en su rostro, que la chica sexi y desenfadada de siempre se transformó en una muchachita adorable, pero tímida. Darya dio un paso atrás evaluando la situación, y se preguntó si había algo entre su hermano y su mejor amiga. Entonces, Avery tomó una gran bolsa blanca que estaba sobre la mesa de centro de cristal. "Esto es para ti, Dolly". Ella la agarró para abrirla y ver qué tenía adentro. Estaba expectante. De pronto, sus ojos se iluminaron y un gritito de entusiasmo salió de sus labios: "¡Guau!". Entonces, ella sacó un hermoso Birkin de edición limitada en blanco mate. "¡Hermano! De verdad, me encanta". "Sí, combinará superbién con la chaqueta de aviador de piel de cordero que compraste". Bianca recorrió la bolsa con los ojos. "Este modelo en particular ni siquiera está en el mercado todavía". Su amiga suspiró. "¡Qué envidia! Me gustaría tener un hermano mayor, como el tuyo, Dolly". Matthias McAllister tenía cuatro hijos: tres varones y una mujer, de los cuales Darya era la más joven, por lo tanto, la consentida de todos. Mientras crecía, la chica recibió una lluvia de amor y toneladas de regalos de los cuatro hombres más importantes en su vida: su padre y sus tres hermanos. "¡Lo siento, es todo mío!", exclamó Darya jalando del brazo a su hermano para darle otro beso, esta vez con más entusiasmo. "¡Gracias, bro"!. Avery sonrió con esos labios carnosos tan sexis que tanto atraían a las chicas. Entonces, extendió la mano para tomar otra bolsa, una más pequeña que estaba sobre la mesita de centro. "Esto es para ti, Bianca". "¿Para mí?", preguntó la chica con nerviosismo. Luego, ella tomó la bolsa con ambas manos. "¡Oh, no tenías que...!". Darya no creía que fuera posible que una persona se sonrojara tan rápido. ¡Era la segunda vez en menos de dos minutos! Pero Bianca lo hizo. Su rostro estaba completamente ruborizado, con un atractivo tono de flor de cerezo. La chica abrió la bolsa con expresión misteriosa y sacó una delicada botella de vidrio. Era un Coco Mademoiselle, con su nombre grabado en la parte delantera del pomo. "Si no me falla la memoria, es tu aroma preferido, ¿cierto?". Avery inclinó la cabeza poniendo una sonrisa radiante. Darya observó con asombro que el tono de cerezo en flor de las mejillas de su amiga se tornaba rojo bermellón. "Es... Es, t-tan lindo..., gracias". Aparentemente, el tartamudeo y su rubor venían en el mismo paquete. 'Sí, definitivamente algo está pasando aquí', pensó Darya. Ella acarició su barbilla mientras observaba la interacción entre ellos dos, y comenzó a considerar seriamente la posibilidad de que Bianca se convirtiera en su cuñada. Las dos chicas tenían la misma edad, por lo que Avery era cinco años mayor. En realidad, no eran tantos años de diferencia. De inmediato, Darya comenzó a soñar con una boda durante la primavera. Por cierto, había visto un vestido ese día que sería perfecto para la novia. En cuanto al tema, tal vez podrían celebrar la ceremonia en un jardín al aire libre... "¡Ay!". Su hermano le dio un golpecito con los nudillos en la frente, para sacarla de su ensimismamiento. "¿Por qué hiciste eso?". "¿Escuchaste lo que acabo de decir?", preguntó él, sacudiendo la cabeza con desaprobación. "Obviamente, no". "Soy toda oídos". Darya se sentó en el sofá mirándolo con la barbilla levantada, su espalda recta y las rodillas muy juntas. Ella era la viva imagen de la atención. Eso hizo sonreír a Avery. "Estaba diciendo que Brion y Callan se encuentran en el extranjero, pero están haciendo los arreglos pertinentes, para volver tan pronto como puedan". "Realmente no es necesario, sé lo ocupados que están". A pesar de que ella los extrañaba mucho, no deseaba interferir en las apretadas agendas de sus hermanos. "¡No digas disparates! Ellos ansían verte. Te avisaré una vez que me confirmen qué día llegarán". Daria asintió, sonriendo con entusiasmo. "Mientras tanto...". Acto seguido, él tomó una caja de cartón de la mesa de centro. "¡¿Más regalos?!". Darya sonrió. "Realmente, te estás excediendo, ¿no lo crees?". "No, en lo absoluto". Avery sacó una gruesa pila de documentos. "Mañana irás conmigo a la oficina, así que lo mejor será que estudies esto, Dolly. No querrás asistir a la junta de las siete, sin estar preparada". "¡Espera! ¿Tengo que leer todo esto para mañana?". Darya cogió los documentos con ambas manos y sintió su peso. "¿Y a las siete en punto? Pensé que tendría otro día, quizás dos para seguir regodeándome en mi depresión". "De eso, ya fue suficiente", dijo él, alborotándole el pelo a su hermana. "¡Llegó la hora de ponerse a trabajar!".

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