Daniel Pérez y yo éramos conocidos en el círculo como una pareja cuya relación se había deteriorado.Después de diez tortuosos años, logramos reconciliarnos.El primer día que Daniel regresó al país, con tal de ganarse la sonrisa de una mujer hermosa, destrozó mi tienda.Yo le rasgué la boca.—Tch, fue un placer destrozar tu tienda. Si quieres alguna compensación, pide lo que quieras.Las personas que están a punto de morir no solían tener muchas exigencias.En la última revisión supe que ya no me quedaba tiempo.Una madre y su hija, que se recuperaban a la par que yo, me miraron con compasión.—Qué lástima, tan joven... Y al final ni siquiera tiene a alguien que la vele.Me senté en el pasillo helado y marqué ese número que había guardado durante diez años.—Si de verdad quieres compensarme, ayúdame a encargarme del cadáver.