Capítulo 284
Rocío todavía sostenía con fuerza la aguja de tejer. Tomás, con sumo cuidado, se la retiró de las manos y la dejó a un lado. Luego tomó la manta y la arropó con esmero, asegurándose de que quedara bien cubierta.
Al verla dormir tan tranquila, una pizca de ternura se filtró en la mirada de Tomás. Con los dedos, apartó suavidad un mechón de cabello de su mejilla y le susurró: —Buenas noches, Rocío.
Acto seguido, apagó la luz de la habitación, dejando encendida solo una pequeña lámpara de noche.
Quizá por efecto del medicamento, Rocío dormía profundamente y no se despertó.
Tomás la observó en absoluto silencio durante un momento. Justo cuando estaba por marcharse, su mirada se desvió sin querer hacia la bufanda que ella había dejado sobre la mesa.
Esa bufanda ya estaba casi terminada. Recordaba que Rocío le había mencionado que quería regalársela a uno de sus alumnos, por eso había pasado todo el día trabajando arduamente en ella.
Mañana le darían el alta y regresaría al colegio. Si al de

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