Capítulo 66
En el instante siguiente, el rostro de Laura palideció; parecía a punto de desvanecerse, como si de repente le faltara el aire.
El semblante de Javier cambió de inmediato.
—Respira con calma, te llevaré al hospital.—dijo Javier y, sin olvidar a Ana, añadió: — Haré que el guardaespaldas te lleve primero a la fiesta.
—Javier… —la voz de Laura rezumaba queja y desconsuelo.
Jamás imaginó que, incluso en ese momento, Javier insistiera en que Ana debía acudir a la fiesta.
Javier la sostuvo y se la llevó. Ya dentro del coche, su voz, helada y sin un atisbo de emoción, tronó: —Laura, no intentes manipularme ni condicionar mis decisiones. Aunque tú no asistas a la fiesta, Ana debe asistir. ¿Lo entiendes?
En ese instante, la ya dificultosa respiración de Laura pareció detenerse por completo.
Como si nada hubiera dicho, Javier prosiguió con suavidad: —Conserva el aire, sigue respirando.
Y se marchó llevándosela consigo.
Quedaron atrás Ana y un guardaespaldas de piel oscura.
El hombre miró la silu

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