Capítulo 20
Jesús escuchó aquellas revelaciones aterradoras, y en un instante, el efecto del alcohol se disipó casi por completo.
Su cuerpo se heló, como si hubiera caído en un abismo de hielo.
Siempre había creído que Pilar solo era un poco tacaña y ambiciosa, pero jamás imaginó que, en secreto, había cometido actos tan monstruosos y repugnantes contra Cecilia.
Y él, ¡tan ciego durante todo ese tiempo!, incluso había llegado a herir y presionar a Cecilia una y otra vez por culpa de esa mujer venenosa.
Al recordar el sufrimiento y la desesperación que ella había soportado, el corazón de Jesús se sintió desgarrado por incontables manos, el dolor era tan intenso que apenas podía respirar. El desprecio y el odio que sentía hacia Pilar alcanzaron su punto máximo en ese momento.
De pronto, se levantó bruscamente del sofá, corrió hacia el dormitorio y, de manera violenta, levantó a Pilar, que aún dormía.
—¡Ah! —Se despertó sobresaltada, aterrada al ver la cara desencajada de quien la sostenía. —¡Jesús..

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