Capítulo 44 Un Secreto Escondido
Samuel, mientras negaba con la cabeza y suspiraba, le pasó la lupa a Yolanda para que lo comprobara por sí misma.
Yolanda tomó la lupa y, al observar, no pudo contener la risa.
¿Qué demonios había pintado ahí?
Era algo parecido a una gallina comiendo maíz, con el cuello torcido y las alas completamente deformes. Esa gallina estaba tan mal hecha que ni un niño de primaria la habría dibujado tan mal.
Un Oro y seda de tanta calidad, usado para pintar semejante cosa... Sin duda era un desperdicio.
—Sam el Risueño, con esta gallina comiendo maíz, ¿cuánto podría valer todavía este Oro y seda? —preguntó Yolanda con curiosidad.
—Si no tuviera esa gallina, este Oro y seda valdría cinco millones de dólares. Con la gallina ahí, habría que descontarle al menos un cuarenta por ciento. A duras penas alcanzaría los tres millones.
Luego miró a Sara y, con una sonrisa, le propuso:
—Jefa Sara, el terreno de Calle del Río Azul ya triplicó su valor. Venderlo al precio de hace tres años te pone en clara de

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