Capítulo 382
—Por favor, siéntate.
Álvaro, con una actitud relajada y luciendo unas gafas con montura dorada, desprendía un aire de erudición. Sin embargo, Patricia sabía que él no era solo un hombre culto, sino también alguien en quien no se podía confiar plenamente.
Patricia optó por no sentarse, prefiriendo permanecer de pie mientras hablaba con él: —Recuerda lo que prometiste.
Álvaro se encendió un cigarrillo y lo sostuvo entre sus labios, su expresión se fue suavizando gradualmente, como si un iceberg se estuviera derritiendo. No quitaba la mirada de ella, como si no pudiera creer lo que veía, y nunca desvió la vista.
Patricia se sintió incómoda bajo su intensa mirada y dio un paso atrás instintivamente, —¿Podrías dejar de mirarme así? Si tienes algo que decir, dilo.
—Patri, solo siento que esto es un sueño, pensé que no vendrías, no me atreví a tener esperanzas para no sentirme demasiado decepcionado.
La voz de Álvaro era suave, y su mirada aún más tierna, hasta que el humo del cigarrillo lo

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