Capítulo 166
Rubén perdió la cabeza, su mente colapsó, y gritó con furia: —¡Pareja de desgraciados! ¡Sinvergüenzas!
La cara de Ángeles se ensombreció. Aunque en realidad no tenía nada que ver con Vicente, los gritos de Rubén daban la impresión de que entre ellos había algo que no podía saberse.
Ángeles miró rápido a Vicente y, para su sorpresa, él no mostró señal de enojo. Esto la calmó un poco, pero justo cuando pensaba buscar algo para callar a Rubén, un ruido de pasos desde los arbustos cercanos interrumpió sus pensamientos.
Rubén, aterrorizado, comenzó a gritar desesperado: —¡Ayuda! ¡Ayuda! Ah... mmm... pff, pff!—De repente, su boca fue llenada por un gran montón de hierbas.
Ángeles recogió una linterna del suelo y dirigió el haz de luz hacia la fuente del ruido.
—¿Quién anda ahí?
La maleza, que llegaba hasta la cintura, fue apartada, y de entre las plantas emergió una pequeña figura que exclamó con una voz clara y juvenil: —¡Hermana! ¡Soy yo!
—¿Zenón?
Ángeles corrió hacia él de inm

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