Capítulo 167
Zenón fue empujado con tal fuerza que su pequeño cuerpo cayó sobre un montículo de tierra y hierba, que amortiguaron el golpe y evitaron que se lastimara.
Inmediatamente levantó la cabeza y, lleno de pavor, gritó: —¡Hermana!
Sin embargo, al fondo de aquella pendiente resbaladiza y húmeda, Ángeles ya no estaba.
—¡Jajajajaja!
Rubén se reía como loco mientras sostenía en su mano un pedazo de porcelana que acababa de sacar de la tierra. El trozo todavía tenía manchas de sangre, marca del momento en que Ángeles, al proteger a Zenón, había detenido su movimiento, dándole a Rubén la oportunidad perfecta para herirla con ese pedazo de porcelana.
¡La suerte estaba de su lado!
¡El momento, el lugar y la oportunidad! Todo había salido perfecto.
Ángeles no notó que a su lado había una pendiente que llevaba al borde del barranco, más abajo del cual estaba la cascada; Su atención estaba en Zenón; Y él, Rubén, había juntado sus últimas fuerzas para jugársela todo o nada.
Si hubiera fallado es

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