Capítulo 12

Ya era entrada la noche. Sin embargo, la mansión de la familia Ortega seguía completamente iluminada. Cuando Gabriel pateó la puerta del cuarto de Carolina, una ráfaga de viento levantó una hoja del itinerario que estaba sobre el escritorio. Era un boleto de viaje de Piedraplata a Nueva York. —¡Gabriel! ¿¡Qué locura traes ahora!? Gustavo se le acercó y lo sujetó del brazo, con una mirada llena de enojo. No entendía por qué, si su hermana ya había decidido marcharse, Gabriel no solo no estaba en el hospital con Adriana, sino que además había venido en plena madrugada a hacer un escándalo en la casa de los Ortega. Gabriel no escuchaba ni una palabra de lo que decía Gustavo. La lluvia le corría por la cara y formaba un pequeño charco bajo sus pies. Miró a su alrededor y notó que la habitación ya estaba cubierta con sábanas blancas, como si nadie viviera allí. Observó todo con incredulidad. La disposición del cuarto seguía igual, pero todo era completamente distinto. El armario estaba vací