Capítulo 19
Las cosas en el instituto se calmaron muy pronto.
La vida de Isabel volvió a su cauce.
No volvió a pensar en Eduardo.
A ese hombre, junto con aquellos recuerdos desagradables de Valmora, parecía haberlos encerrado en una caja muy lejana.
Creía que sus caminos no volverían a cruzarse.
Aquella tarde, ella y José acababan de salir del laboratorio número tres y se disponían a ir a la sala de archivos.
El sol estaba espléndido y caía cálido sobre sus cuerpos.
Una figura a la vez familiar y extraña les bloqueó el paso.
Era Eduardo.
Estaba algo más delgado, de pie en la esquina del camino.
La miró con una expresión compleja, en la que había cansancio, nerviosismo y también un atisbo de esperanza.
José se detuvo y miró a Isabel.
No dijo nada; simplemente retrocedió medio paso, dejándoles el espacio a ellos dos.
La expresión de Isabel era muy serena.
Lo miró y preguntó:
—¿Necesitas algo?
Su voz sonaba cortés, pero distante.
El corazón de Eduardo sintió una punzada.
Sacó con cuidado dos cosas.
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