Capítulo 21
María, pálida como un cadáver, bajó tambaleándose en cuanto el coche se detuvo y vomitó al instante.
Todo lo que tenía en el estómago salió con violencia, y con ello también una sensación de profunda humillación.
¡Jamás en su vida había estado tan descompuesta!
Con el dorso de la mano y la manga de su ropa, se limpió la boca, la rabia le hervía por dentro:
—¡Bruno! ¿Qué demonios piensas hacer?
—¿Crees que te tengo miedo?
—¡Si me tocas un pelo, estás acabado! Todas esas empresas que tienes la mayoría están ligadas a mi familia. Si me pasa algo, tú también te hundes.
—¡Déjame ir ahora mismo!
Mientras hablaba, María recuperaba su altivez: barbilla en alto, mirada arrogante, sin dignarse a mirarlo.
—¿Y tú crees que tu familia solo tiene una hija?
Se detuvo, y añadió con lentitud y precisión:
—¿De verdad piensas que entre nosotros no hubo un trato? Desde el momento en que firmamos el contrato, tu vida dejó de ser tuya.
Cada palabra era un cuchillo. El cuerpo de María, que segundos antes se

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