Capítulo 6
En un instante, Daniel apartó la mirada y, con los ojos vacíos, sostuvo a la persona a su lado.
Daniel bajó la cabeza y tecleó en el celular.
El teléfono que yo tenía en la palma de la mano vibraba de vez en cuando con mensajes.
Sí.
Daniel jamás habría imaginado que aquella señorita Claudia, orgullosa y altiva, fuera la misma persona que ahora yacía en la cama del hospital con la cara cubierta de sangre.
Los especialistas del hospital se reunieron para discutir mi caso.
Yo sujeté a Alberto.
Él me apretó la mano con urgencia, intentando calmarme.
—Chica, no tengas miedo, no te angusties; ya pensamos en una estrategia.
—¿Me voy a curar?
—Que puedas valerte por ti misma no sería un problema.
Sonreí y negué con la cabeza.
—Alberto, he renunciado al tratamiento.
Todos me miraban a través de ese panel de vidrio.
—¡Eres joven! Hija, mientras estés viva hay esperanza. Cuando estés mejor, te ayudaré con la recuperación.
—Prefiero la muerte antes que vivir de forma humillante.
—Renunciaste al tr

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