Capítulo 300 La próxima vez, presidente Ángel, no sobrepase los límites
Silvia no comprendía lo que Ángel intentaba decir.
¿Enviar una casa como compensación? ¿Qué podría equipararse a las flores?
Observaba la tarjeta en sus manos; “Pérez” estaba impreso, pero le parecía ver en esas letras impresas el nombre escrito a mano por aquel hombre.
Anteriormente, como su secretaria, había visto innumerables veces cómo firmaba contratos. Su caligrafía era hermosa, fluida y vigorosa.
El momento que más apreciaba de él era cuando, sin importar lo que él hiciera, ella lo adoraba y miraba con admiración. En sus momentos libres, practicaba su firma en hojas blancas, repitiendo: Ángel, Ángel...
Lo hacía con suma seriedad.
Una vez, él la sorprendió en ello, levantó una ceja con interés y ella, avergonzada, rápidamente ocultó lo que hacía con unos documentos, bajando la cabeza para evitar su mirada fría y algo burlona, sintiendo sus mejillas arder de vergüenza.
...
La Silvia de ahora debía ser indiferente o insensible, pero al recordar esos momentos, sentía un dolor punzan

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