Capítulo 40

¿Cómo no iba a indignarse al pensar que su propio padre quería casarla con el hijo del jefe Rafael, un hombre cercano a los cuarenta años, conocido por manipular emociones y buscar placeres efímeros? Probablemente, solo un padre como el suyo sería capaz de concebir algo así. Ella sostenía el celular con la mano cada vez más apretada, como si intentara contener sus emociones. Felipe giró su mirada hacia ella. Después del tumultuoso encuentro en la casa de los Herrera, Amelia había mantenido una compostura aparente, pero ahora se veía envuelta en un aura de desesperación. Felipe, con el ceño fruncido por la preocupación, preguntó en voz baja: —¿Qué ha pasado? Amelia pareció sorprenderse por un momento. La última vez que su padre la golpeó, él había preguntado y ella no había dicho nada. Sin embargo, pensándolo mejor, no había razón para guardar silencio. Tiró de sus labios con amargura y dijo con voz ronca: —Mi padre quiere que me case con el hijo del jefe Rafael. La expresión de Felipe