Capítulo 32

El tono de Salvador era frío; una leve sonrisa cruzó sus ojos, pero su expresión conservaba un matiz sombrío. —Una persona casada, ¿quién más podría morderle los labios? Los altos cargos a su alrededor se miraron entre sí, sin comprender de dónde provenía aquel repentino aire de pólvora. Óscar tampoco mostró otra emoción; solo asintió levemente. —Lorena no parece de buen humor últimamente. En un momento de enojo dijo que quería divorciarse de ti. Si hay algún malentendido entre ustedes, deberían aclararlo. No hagan que la familia se preocupe. La comisura de los labios de Salvador se curvó con un ángulo afilado, cargado de ironía. No tenía paciencia para seguir fingiendo cortesía con alguien tan hipócrita. —Tú mismo lo has dicho, fue algo dicho en un arrebato. Es mi esposa, me haré cargo. No hace falta que te preocupes, Óscar. Y se dirigió directamente a su oficina. Óscar permaneció en el mismo sitio. Luego avanzó hacia el ascensor y, con la misma amabilidad de siempre, empezó a convers