Capítulo 29 ¿Ya no quieres divorciarte?
Bajo la mirada de Enrique, el corazón de Mariana dio un vuelco repentino.
—Eh... Es que alquilé un lugar para guardar algunas cosas, así que Pablo se queda allí...
Al terminar de hablar, Enrique no respondió; simplemente colocó la mochila de Pablo en el auto y, girando la cabeza, ordenó: —Sube.
Pablo miró a Mariana, como buscando su aprobación.
Ella apretó los labios y, finalmente, asintió.
Con un pasajero más, el regreso fue aún más silencioso.
Por suerte, el trayecto no era largo; antes de que Mariana encontrara las palabras adecuadas, Enrique ya había detenido el auto.
El mayordomo se apresuró a recibirlos. —Señor Enrique, bienvenido de nuevo.
Enrique no bajó del vehículo. Se limitó a mirar al chico en el asiento trasero y dijo: —Se quedará aquí un tiempo. Prepara una habitación de huéspedes, que sea tranquila.
El mayordomo se sorprendió un instante, pero reaccionó de inmediato. —Entendido.
Enrique volvió la mirada hacia Pablo.
Este ya había bajado con su mochila y lo observaba fija

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