Capítulo 7
Nunca pensé que volvería a ver a Aarón.
Esa mañana fui al centro comercial a comprar unas cosas y, al ver a Aarón, me quedé paralizada.
Apenas había pasado un mes sin vernos, y casi no pude reconocerlo.
Tenía la barba descuidada, estaba increíblemente delgado y la mitad de su cabello se había vuelto blanco; parecía como si hubiera envejecido más de diez años.
Con los ojos enrojecidos, avanzó tambaleándose hacia mí y me sujetó la muñeca con fuerza: —¡Daniela, sabía que no estabas muerta! ¡Te he estado buscando como loco durante tanto tiempo, por fin te encontré!
—Vuelve a casa conmigo, ¿sí?
Sacudí su mano con fuerza y retrocedí con firmeza para poner distancia: —Aarón, ya tienes a Mónica a tu lado, ¿por qué necesitas venir a perturbar mi vida?
—Además, ya estamos divorciados.
Él dio un paso apresurado hacia mí, con un tono suplicante: —Nunca tuve otra mujer, tú fuiste mi única esposa.
No pude evitar reírme; en mi sonrisa solo hubo burla: —¿Por qué no dijiste eso cuando te acostaste con

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