Capítulo 58
Silvia dejó escapar un suspiro de alivio, conteniendo la sensación de náusea en el estómago. Miró las cosas esparcidas por el suelo y, usando el teléfono de la oficina, contactó con la recepcionista para que enviara al personal de limpieza a recogerlas.
Aquellas cosas ya no las quería; solo se llevó algunos cuadernos de notas.
Despacho del jefe.
—Jefe Armando, la secretaria Silvia ya se ha marchado.
Leopoldo hizo el reporte, aún con la carta de renuncia que Silvia le había entregado en la mano.
Armando no respondió; su esbelta figura permanecía de pie junto a la ventana de suelo a techo.
Había visto con sus propios ojos cómo el auto de Silvia se alejaba.
Al no recibir instrucciones, Leopoldo dejó la carta de renuncia sobre el escritorio y salió de la oficina en silencio.
Justo en el instante en que cerraba la puerta, miró durante unos segundos la espalda de Armando y negó para sí mismo con la cabeza.
No entendía cómo Armando, siempre tan dominante y seguro en todo, podía ser tan torpe

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