Capítulo 65
Al caer la noche, Silvia condujo hasta el patio de aire antiguo y discreto, semejante a un frondoso jardín.
La puerta de la casa solariega estaba iluminada y, en cuanto el auto de Silvia llegó, alguien salió a recibirla.
—Sra. Reyes, buenas noches.
Era el chófer encargado de estacionar los autos.
Silvia asintió levemente.
Justo cuando iba a entrar, Marta salió sonriente a su encuentro. —Silvi, entra rápido. Después de un día entero de trabajo, ¿no tienes hambre?
Marta la miró de arriba abajo con gesto preocupado y, sonriendo, intentó tomarle la mano.
Silvia se extrañó por un instante, pero se apartó con discreción, sin hacer un escándalo.
—¿Está el abuelo dentro?
—Está arriba hablando con Armando. —respondió Marta sin perder la sonrisa y, acto seguido, le tomó la mano a Silvia. —Vamos, que ellos hablen de lo suyo, nosotras hablamos de lo nuestro.
Silvia bajó la mirada hacia la mano de Marta que sujetaba la suya, pero no se la retiró de forma brusca.
No era necesario tensar demasiado el

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