Capítulo 19
Un día antes de la boda, en la finca de la familia Cárdenas,
Elena se sentó frente al tocador de la suite nupcial y sus dedos rozaron suavemente los cristales incrustados en el vestido de novia.
La luz del sol brillaba con suavidad tras la ventana; en la finca, los sirvientes estaban ocupados decorando el lugar de la boda para el día siguiente. Todo parecía tan perfecto.
Llamaron suavemente a la puerta.
—¿Elena?
Esteban entró empujando la puerta, con una taza de leche tibia en la mano y una delicada caja de terciopelo en la otra.
Llevaba un traje negro perfectamente planchado, el cuello ligeramente abierto y sus ojos detrás de las gafas de montura dorada irradiaban una ternura inusual.
—Casi no tocaste el desayuno —dejó la taza a su lado, con un matiz de resignación en la voz—. En la cocina dijeron que solo bebiste media taza de leche.
Elena alzó la vista hacia él y esbozó una leve sonrisa.—¿Esteban, vas a sermonearme?
—No —Se inclinó y le entregó la caja—. Solo temo que te quedes con

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