Capítulo 99
Los sirvientes se miraban unos a otros con los ojos muy abiertos, incapaces de creer que ella se atreviera a hablarle así al señor.
Verónica, frunciendo el ceño y sin poder contenerse, intervino: —Señorita Belén, no debe ser descortés.
El tono de Oscar parecía enfadado, pero su presencia transmitía una calma inexplicable. De forma poco habitual, dejó de lado su postura formal y cogió un tenedor, tocando con él el plato de Belén. —Ven a comer ahora, puedes irte después, no vayas a tener dolor de estómago por el camino.
Belén, con las manos en la cintura, se acercó con grandes pasos y se sentó al lado izquierdo de Oscar, comenzando a comer de manera desinhibida.
Lourdes, en silencio, se sentó en el otro lado y le sirvió un cuenco de sopa dulce. —Después de comer, sal con nosotros. Yo también tengo que salir, tal vez podamos ir juntos.
Belén asintió. —Está bien.
Oscar dijo: —Come y no hables.
Lourdes respondió: —No importa, me gusta escuchar a Belén hablar. La mesa es demasiado silenciosa

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