Capítulo 7
En ese momento, después de colgarle a Josefina, Ignacio se llevó la mano a la frente y se frotó el entrecejo.
Al ver esto, Marcela le dijo con coquetería: —Señor Ignacio, ¿te resulta difícil que te haya pedido cocinar la papilla?
—No.
Ignacio miraba distraído la olla, donde la papilla burbujeaba.
De repente, se acordó de mí.
Al principio del bufete, en la etapa más difícil del emprendimiento, él a menudo no conseguía encargos.
Yo lo acompañé a una reunión tras otra, conociendo a diferentes clientes.
Él bebía hasta sangrarle el estómago y yo tampoco lo pasaba bien.
Al día siguiente, aun así, me esforzaba por prepararle una papilla suave para el estómago.
Incluso su habilidad para cocinar la aprendió de mí.
Al pensar en esto, la mano de Ignacio que sostenía la cuchara se detuvo levemente.
Sintió un pánico inexplicable en el pecho, como si algo estuviera a punto de salirse de su control, como si fuera a perderlo para siempre.
—Marcela, la papilla ya casi está, apaga el fuego en cinco minu

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