Capítulo 45

Juan seguía vestido con un traje impecable; su figura era alta, de hombros anchos y cintura estrecha. La camisa tenía desabrochados dos botones, lo justo para dejar ver su delicada clavícula. Aunque aún se mantenía en pie, en su mirada se notaba claramente el rastro del alcohol. Un hombre que parecía capaz de todo, pero con tan poca resistencia al licor... a Carolina le resultaba incluso un poco tierno. Él extendió la mano para apoyarse en la pared cercana y estabilizarse. La cara de Juan, de facciones nítidas, se inclinaba levemente hacia abajo; sus ojos, semicerrados, conservaban una serenidad etérea, como nieve en la cima de una montaña, pura e inmaculada. Quizás por efecto del alcohol, cada gesto suyo se volvía más perezoso, aunque su porte aristocrático seguía siendo innegable. Felipe explicó: —Hoy no era una recepción de negocios, solo una reunión entre algunos amigos del jefe Juan, y bebió unas copas. Ya que está usted aquí, señorita Carolina, yo me retiro. El jefe no ha bebido