Capítulo 65
Melchor empujó la puerta y entró; sus ojos se encontraron con los de Carolina, debilitada en la cama, y aquellas pupilas negras y limpias lo miraron en silencio.
Carolina había contemplado muchas facetas de Melchor: bajo los focos, resplandeciente como un cielo estrellado; frente a los inversores, sonriente y seguro, manejando todo con destreza; también en el pasado, cuando ocupaba una posición humilde, pero jamás se mostraba servil, siempre luchando por progresar. En cada una de esas imágenes, él llevaba consigo una calma y una elegancia únicas.
Pero ahora llegaba apresurado, con el mismo traje de siempre, aunque el cuello de la camisa estaba empapado de sudor por la prisa, mostrando un tono irregular que dejaba entrever cierta descomposición. Su expresión ya no era la altiva de otros tiempos.
¿Con tanta urgencia venía a interceder por Lilia? ¿O a exigir justicia?
Carolina lo pensaba así, pero no tenía el menor deseo de dejarlo hablar.
Incluso se reprochó lo insensata que había sido e

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