Capítulo 67
Carolina, más tarde, llegó a pensar que, de no haber estado el tío Juan a su lado en aquel entonces, quizá realmente habría muerto.
Aquella gripe llegó con una fuerza arrolladora; el mismo día en que notó los primeros síntomas, comenzó con una fiebre alta que no cedía, y quedó postrada en la cama, tan débil que ni siquiera podía mover un dedo.
Llamó a Melchor por teléfono, pero fue Lilia quien contestó. Medio sumida en la fiebre y el delirio, ya no recordaba lo que había dicho.
Después le envió un mensaje, pero no obtuvo respuesta.
Ponerse en contacto con Melchor no era porque quisiera que viajara hasta allí; sabía bien que aquel lugar era peligroso y no tenía corazón para pedirle que arriesgara su vida por ella.
Solo que, estando enferma en un país extranjero, enfrentando incluso la posibilidad de la muerte, aquella sensación de soledad la llenaba de un miedo inexplicable. Le bastaba con escuchar su voz al teléfono, con oír alguna palabra de consuelo.
Pero no.
Fue el tío Juan quien, a

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