Capítulo 21
Recordaba que, en el pasado, cuando Maricela aún lo amaba, solía hablar con él sobre los hijos que tendrían algún día.
Si era una niña, decía que la colmaría de amor y la convertiría en la princesa más feliz del mundo.
Si era un niño, lo criaría para que fuera tan admirable como Zacarías.
Cada vez que hablaba de eso, sus ojos brillaban con una luz desbordante.
Incluso había llegado a dibujar muchos retratos imaginarios de cómo serían sus futuros hijos.
Pero en el momento en que se los entregó, él los rompió sin piedad y los arrojó al fuego de la chimenea.
Incluso le dijo, con frialdad, que podía tener hijos con cualquier mujer, excepto con ella.
Le pidió que dejara de soñar despierta con fantasías sin sentido.
Al recordarlo, una amargura se asomó en los ojos de Zacarías.
Antes era ella quien se aferraba a su brazo hablando de aquellos sueños... y ahora, quien deseaba tener hijos con ella, quien ansiaba esos mismos sueños, era él.
En ese momento, alguien llamó a la puerta del estudio.
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