Capítulo 942
Aunque en la entrada había máscaras para elegir, la mayoría de las personas en el interior no las llevaba puestas.
La entrada de este lugar no quedaba lejos y era igual que en la Hacienda Santa Lucía: también se podía apostar.
Sin embargo, aquí eran mucho más desenfrenados; se decía que incluso se podía apostar la vida de un presidente.
La Hacienda Santa Lucía, al estar en Llanoazul, si se actuaba con demasiada imprudencia resultaba imposible moverse con libertad; por eso, aunque parecía que no había reglas, en realidad en la cúpula sí existían restricciones. Pero en La Arena del Minotauro, en Norteamérica, consideraban las reglas como nada, e incluso la ley era para ellos una piedra en el zapato.
Lorena vio a un grupo de hombres que ya habían perdido tanto en la mesa de juego que las mejillas se les habían puesto rojas, y escuchó a lo lejos los rugidos. Sintió que aquel lugar no era diferente al infierno.
Preguntó al camarero que tenía a su lado: —¿Dónde están los combates?
—Por favor

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