Capítulo 41
Alonso vio en los ojos de Regina una determinación inquebrantable.
Regina sí que era una muchacha terca.
Alonso no insistió más sobre ese tema y cedió un poco. —Entonces, por lo menos siéntate a decirlo, ¿no crees?
Todos estaban sentados, y solo Regina permanecía de pie como una estatua, lo que la hacía sentirse algo incómoda.
Agachó la cabeza y tomó asiento.
Alonso, atento, empujó un poco la silla hacia adentro.
Después de sentarse, Regina se dio cuenta de que las miradas de Rafael, Lorena y Alonso estaban fijas en ella.
Esto era una sensación difícil de describir.
En la casa de los Suárez, cuando hablaba, parecía que todos estaban ocupados en sus propios asuntos.
Alonso, al verla tan callada después de sentarse, pensó que quizás estaba demasiado nerviosa y estaba a punto de consolarla, cuando de pronto Regina abrió la boca. —Perdón, señores Rafael y, Lorena, yo debí haberles contado esto desde el principio.
Alonso se puso muy nervioso y preocupado.
Pensaba que Regina había venido a r

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