Capítulo 14
Raquel nunca fue rival para ella.
Alberto miró fríamente al galán, y desde sus finos labios pronunció una sola palabra helada: —Vete.
El galán no se atrevió a mirar atrás y huyó despavorido.
Con los párpados caídos, Alberto miró a Ana y luego retiró su brazo de las manos de ella: —Ana, ¿has terminado?
Ana se tensó: —¿Me estás gritando? ¡Si no fuera por mis escenas, ya estarías con Raquel!
Alberto, con el rostro impasible, respondió: —¿Así que decidiste drogarte tú misma?
Ana, malcriada por Alberto, levantó la barbilla con arrogancia: —Sí, Alberto, si te atreves a estar con Raquel, permitiré que otro hombre esté conmigo.
El rostro de Alberto se volvió tan sombrío que parecía que podía gotear agua; se dio la vuelta y se marchó.
De hecho, se fue.
No la consoló.
Hombres como Alberto, tan atractivos y ricos, atraen las miradas de innumerables mujeres incluso mientras caminan por un bar; todas ellas lo desean.
Ana es inteligente; sabe que tanto Raquel como estas mujeres qui

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