Capítulo 16
Ricardo subió al auto deportivo y pronto superó los doscientos kilómetros por hora.
Sus venas se marcaban en el volante; solo pensaba en dos nombres: Carolina y Diego.
Murmuró entre dientes: —Carolina, voy a amarte como debí hacerlo.
Al llegar al viejo barrio residencial, el rugido del motor atrajo las miradas de todos, pero no le importó. Cerró de un golpe la puerta y subió corriendo las escaleras.
Empujó la puerta del departamento y gritó: —¡Carolina! ¡Diego!
Pero ni la figura esbelta de aquella mujer ni el pequeño que siempre saltaba para recibirlo aparecieron.
El lugar estaba en silencio; su voz retumbaba entre las paredes desnudas.
—¡Diego, volví a verte! —Gritó, abriendo una a una las puertas con desesperación. No había nadie.
—¿Aún está enojada conmigo? —Sacó el teléfono y abrió la conversación con Carolina. El último mensaje databa de dos semanas atrás.
El remordimiento lo golpeó de lleno.
Había pensado regresar antes, y creía que si Carolina daba el primer paso, él todavía est

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