Capítulo 269
—¿Muda, eh? Entonces haré que grites.—dijo Daniel con una sonrisa.
Luisa temblaba de nervios, y con dificultad logró decir: —No... no...
—¿No?—La sonrisa de Daniel adquirió un matiz siniestro, casi indescriptible, que provocaba escalofríos.—Ya es muy tarde.
—Le dije a Andrés que viniera solo, que lo cambiaría por ti... pero jamás prometí no hacerte daño.
Daniel se detuvo frente a Luisa, mirándola desde lo alto con arrogancia, como si contemplara a una hormiga a la que podía aplastar a voluntad.
—Eres muy atractiva, eso no lo puede negar nadie. Lástima que ya estás gastada por Andrés. Y si hay algo que detesto, es comer sobras.—la humilló sin piedad.
Luisa bajó la mirada, intentando ocultar el odio y la rabia que ardían en sus ojos.
Daniel sonrió de nuevo y dijo: —Entonces será mejor que mis muchachos te disfruten un poco.
Apenas terminó la frase, una oleada de júbilo recorrió a su séquito. Sus rostros se iluminaron con emoción; uno tras otro, apenas podían contenerse.
Aquella mujer era

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