Capítulo 367
—Andrés.— Luisa habló con una voz muy baja, tan baja que fue ahogada al instante por el sonido del aguacero.
Como si fuera telepatía, el hombre la escuchó de todos modos.
Se dio la vuelta, y a través del torrencial de lluvia, cruzó su mirada con la de Luisa.
Ella estaba de pie bajo techo, él bajo la lluvia torrencial.
Llovía tanto que su rostro no se distinguía con claridad.
Luisa abrió enseguida el paraguas y levantó el pie para entrar en la lluvia.
Andrés, parado inmóvil bajo el aguacero, pareció activar de repente algún interruptor, y caminó apresurado hacia Luisa.
Era alto, de piernas largas, daba pasos grandes y caminaba rápido. Luisa apenas había dado dos pasos cuando Andrés ya estaba justo frente a ella.
—No has sanado de tu herida, no te mojes bajo la lluvia.— La voz del hombre era ronca y preocupada.
Andrés extendió la mano y tomó la de Luisa, la que no sostenía el paraguas, y la llevó de regreso bajo techo.
Su tacto era helado.
Luisa no pudo en ese instante evitar estremecers

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