Capítulo 28
El tiempo pasó volando, y en un abrir y cerrar de ojos, ya habían transcurrido diez años.
En un concierto de música clásica de primer nivel en Viena, Austria, Amelia y Cipriano asistieron como invitados.
Ella, en la actualidad, parecía haber sido particularmente favorecida por el paso del tiempo, su belleza había adquirido una madurez refinada que la hacía aún más elegante y serena. Junto a Cipriano, que seguía siendo apuesto y despectivo, pero ahora con una profundidad sosegada, continuaban siendo una pareja que despertaba la envidia de todos.
Durante el intermedio, Amelia quiso ir al baño, mientras Cipriano fue retenido por un músico conocido que se acercó a saludarlo.
Ella cruzó sola un pasillo cubierto por una gruesa alfombra y, al girar una esquina, se encontró inesperadamente con alguien.
Era un hombre en silla de ruedas, empujado por un sirviente.
Vestía un abrigo oscuro y pulcro, con una manta sobre las rodillas. Su cabello era casi completamente blanco, su cara vieja y delgada

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