Capítulo 122
Augustine se asomó disimuladamente en la habitación para ver cómo estaba ella. Luego bajó la vista y dejó caer de nuevo su fornido cuerpo en el sofá. Luego se acostó y estiró un brazo para agarrar el interruptor remoto. Acto seguido, apagó todas las luces del salón, pues al parecer no tenía ganas de irse a dormir al cuarto.
La luz de la luna se colaba a través de la cortina beige de la ventana que iba del piso al techo, y el reflejo blanco resaltaba en medio de la oscuridad. Los ojos de Augustine empezaron a nublarse lentamente, como si las estrellas en el cielo hubiesen perdido su intensidad.
En ese momento, sintió que le estaba haciendo efecto el medicamento pero que aún no había cedido la fiebre. Sin embargo, no quería seguirse preocupando por eso y como tenía un poco sueño, se acurrucó, cerró los ojos y se quedó dormido.
Mientras que él dormía profundamente, Vivianna no lograba conciliar el sueño. No podía evitar sentirse intranquila y sobresaltada, lo que le impedía relajarse. Cua

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