Capítulo 38
Esa noche me dormí profundamente, hasta que me despertó el ruido de afuera.
No era Adrián quien hablaba, sino una mujer con un acento local.
Por el sonido, se notaba que no era una jovencita.
La voz de una jovencita es suave y clara, mientras que la de una mujer madura suele ser más grave y áspera.
Soy de esas personas que pueden reconocer a alguien por su voz, pero no logré darme cuenta de que el hombre al que amé durante diez años resultó ser un patán.
Dicen que cuando olvidas a alguien es porque ya no lo recuerdas en todo momento y lugar; ahora veo que todavía no puedo hacerlo.
Aún sigo recordando a Alejandro. Aunque ya no lo amo, lo odio, y sigo pensando en él de vez en cuando.
No me levanté, pero agudicé el oído para escuchar lo que se decía afuera.
—Abuela, ¿y Adrián?—preguntó la mujer.
—Se fue, se fue temprano en la mañana,—respondió la abuela, que parecía estar lavando algo, mientras se escuchaba el sonido del agua corriendo.
—¿Se fue? Pensé que aún no se ha

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