Capítulo 39
Tomé el vaso para enjuagarme y me puse a cepillarme los dientes, sin mirar a Alejandra ni una sola vez, pero sus ojos no se apartaron de mí ni por un segundo, recorriéndome de arriba abajo y luego de abajo arriba.
—Carmen, esta es Alejandra,—dijo la anciana, presentándonos.
Con la boca llena de pasta dental, le hice un gesto con la cabeza a Alejandra.
Tenía la cara redonda, pero no era gorda. Llevaba un vestido floreado y estaba maquillada; se notaba que se había arreglado con esmero.
—Alejandra, aquí tienes a la Carmen que querías conocer, ¿verdad que no me equivoqué? Mira qué piel tan tersa tiene,—dijo la anciana mientras lavaba la ropa a mano.
Cuando Alejandra se cruzó con mi mirada, un destello de inseguridad la delató al sentirse opacada, aunque no quiso admitirlo.—Es que es joven, por eso tiene la piel tersa. Yo también estaba así cuando tenía su edad.
La anciana frunció los labios, y Alejandra le lanzó una mirada de reproche. La tensión entre las dos era como estar viendo una co

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