Capítulo 268
Alexandra siempre tuvo sus formas de conseguir las cosas que quería. No necesitaba armar un escándalo ni hacer berrinches. Todo lo que tenía que hacer era apuntar con la mano a algo, decir que lo quiere y lo obtiene al instante.
Era el poder y las ventajas que venían con ser el jefe de una de las grandes e influyentes familias de Seattle. Y por eso, cuando señaló con el dedo al hombre de la foto que tenía delante, haciendo pequeños círculos en su viejo rostro regordete, supo que ya lo tenía en la palma de su mano.
No necesitaba esperar la llamada de Zion, confirmando si era capaz de completar la tarea o no. Porque sabía que incluso sin su intervención, aún podría hacer el trabajo.
No era orgullo, solo reconocimiento de estatus. Uno que usó sabiamente al máximo.
"Estoy segura de que él podrá encargarse de esto", reflexionó Alexandra mientras cerraba su computadora portátil y se levantaba de su silla de trabajo.
El sol del exterior de su ventana brillaba sobre la tabla del suelo, bañándo

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