Capítulo 58
Alexandra ya no quería verse involucrada. Podía sentir su mirada mientras llenaba el bolso, pero, aun así, no se volteó hasta que hubo cerrado la cremallera. Cuando lo hizo, Lucien seguía en el mismo lugar, con los brazos cruzados sobre el pecho y expresión neutra. Sin embargo, se dio cuenta de que su expresión era diferente a la de hacía unos minutos. De alguna manera, se veía más relajado.
Y como siempre, no sabía por qué.
La rubia ya había aceptado su destino: enfrentarse siempre con Lucien, como almas gemelas kármicas. Eso significaba que su constante círculo de encuentros, odio y amor, ira y abandono no terminaría pronto, de acuerdo con las reglas del universo, y por mucho que odiara admitirlo, tenía que aceptarlo. Porque así era su vida: había cosas que se le quedaban grabadas sin mucho esfuerzo.
Una de ellas era el nuevo interés de él por su vida.
Cerró los ojos y suspiró; cuando volvió a abrirlos, miró hacia el ramo de petunias y las agarró.
"Gracias", dijo con amabilidad, p

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