Capítulo 29
Tomé la chaqueta de Daniela, dispuesta a lanzársela, cuando sonó mi teléfono.
Al mirar la pantalla, vi que era Pablo.
—¿Quién es? —Preguntó Daniela, estirando el cuello. Al ver el nombre, levantó la vista hacia mí.
Crucé con ella una mirada vacilante.
—Venga, contesta. —Me apremió, empujándome con el codo.
—Mejor no... —Murmuré con tono pesado.
—¿Cómo que no? Esta vez te sacó de un buen lío. Sin él, ¿habrías podido salir bien parada?
Pensándolo bien, me di cuenta de que mi duda era injustificada, así que contesté.
Pero, una vez conectada la llamada, no logré articular palabra.
Pablo tampoco habló.
Daniela, impaciente, me susurró que dijera algo.
—Hola. —Dije al fin, intentando mantener la compostura.
—Pensé que te habías quedado muda. —Replicó él sin rodeos.
Le lancé una mirada fulminante a Daniela, que se reía a mi lado, pregunté: —¿Qué querías?
Su voz, como siempre, sonaba demasiado agradable, de esas que pueden hacerte perder el juicio: —¿Podemos hablar a solas? Estoy en la puerta d

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