Capítulo 66
—No es importante.
Entonces lo entendí, esos informes no eran tan urgentes; Pablo solo quería darle una lección a Irene.
Lo miré, sorprendida.
En sus ojos brillaba un destello de picardía: —¿Irene no ha abusado de su cargo para fastidiarte? Pues yo, con el mío, puedo fastidiar a quien quiera.
Repasé mentalmente las dos opciones que me había dado: —¿Y si el plazo fuera un poco más flexible?
—En Grupo Cisneros no existe eso de cambiar fechas.
—¿Y si me equivoco? —Pregunté, casi en un susurro.
—Entonces te descuento del sueldo.
Me atraganté: —¿Y si fallo en el cóctel?
Pablo me escaneó con la mirada y entornó los ojos: —Mientras hables poco, no habrá problemas. Y si los hay, te descuento del sueldo.
Sentí que iba a romperme los dientes de tanto apretar la mandíbula.
¡Maldito capitalista! Con lo que vale uno de sus carros podría vivir toda la vida, y aun así no me perdonaba ni mi exiguo salario de becaria.
—¿Entonces? ¿Ya lo decidiste? —Preguntó, con una mirada expectante.
—Iré al cóctel. —

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