Capítulo 79
Pablo, de pie frente a mí, soltó una risa al verme en ese estado.
Sentí cómo el rubor de mi rostro se intensificaba, y la vergüenza me hizo desear esconderme en cualquier rincón.
Él dio un paso hacia mí, me quitó la maleta de las manos y la colocó en el maletero, luego fue descolgando las bolsas que cargaba encima y las fue acomodando dentro del carro.
Mi ánimo estaba a punto de desmoronarse.
—Pequeña de cuerpo, pero con bastante fuerza. —Fue su primer comentario.
—En cuatro años de universidad acumulaste un buen patrimonio, ¿eh? —Ese fue el segundo.
Sus palabras sonaron ligeras, pero a mí me hirieron más de lo que quería admitir.
Aturdida, me dejé caer en el asiento del copiloto, dándole vueltas en la cabeza a cómo podía recuperar algo de dignidad.
Pablo habló de repente: —Cuando te deje allí, ¿vas a poder subir todo sola? Tengo una reunión enseguida.
Sentí alivio y asentí con rapidez, agitando las manos: —Sí, sí, yo puedo subirlas.
Total, había ascensor.
El carro se detuvo en el apar

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