Capítulo 15
Después de regresar al país, Ricardo llamó a su asistente para que redactara un acuerdo de divorcio.
En el camino al hospital, pasó por una cafetería donde vendían deliciosas empanadas. Sin pensarlo dos veces, sintió ganas de entrar y comer unas cuantas. Habían sucedido tantas cosas en estos días que ni siquiera había podido comer bien.
Sin embargo, en cuanto probó la primera empanada, comprendió por qué tenía ese antojo.
Todos los viernes, Sandra solía prepararle una empanada. Él siempre se la daba a su asistente, salvo aquella vez en la que un pasante de la empresa tiró su cena.
Aunque no soportaba en lo más mínimo a Sandra, tenía que admitir que ella cocinaba muy bien.
Al menos, las empanadas eran deliciosas.
Y sabían con exactitud igual que las de ahora.
—Señor propietario, hacía años que no venía, tus empanadas están mucho más ricas.
Ricardo escuchó al cliente sentado a su lado hablar con el dueño, el chef de la cocina salió sonriendo.
—Hace unos años, una estudiante vino a trabaj

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